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domingo, 19 de junio de 2022

Señora: un vocativo censurable

Te han llamado «señora»… Es el primer síntoma que te hace caer en la cuenta de que tu apariencia no es la que tú percibes. Te tira el alma abajo. La empatía con tu ocasional interlocutor se rompe. Sientes que te denigran, que te bardean, que ya no tienes salida. Intentas reponerte, pero lejos estás de poder contestar con un lenguaje acorde y, quizás, tu primera reacción sea salir con los tapones de punta.

Y es que resulta tan común que, otra vez "quizás", terminas resignándote, con un dejo de tristeza.

Siguen pasando fechas como el #DíaInternacionalDeLaMujer y no he escuchado ninguna protesta acerca de un tema crucial de la comunicación (casi siempre verbal) entre humanos: el empleo del vocativo «señora».

En forma coloquial, utilizar este vocativo en forma reiterada e importuna es definido por el diccionario de la lengua española (DLE) como señorear.

Qué implicaría su reiteración e importunación es algo que queda a consideración de (en general) la señoreada: ¿una sola persona te llama señora varias veces o varias personas te llaman señora una vez cada una? Lo que en bases relacionales es denominado: relación de uno a uno o de varios a uno. Esta última opción es la más traumática.

Duele porque es el emisor el que decide, de acuerdo a su percepción, qué es el receptor.

Ámbito de aplicación

El vocativo cuestionado es habitualmente dicho a mujeres que, vaya a saber por qué, entran «visualmente» para el emisor en el rango estereotipado de: EstaEsUnaQueYaPasóLosTaitantos. Es usado, incluso, por otras mujeres; aunque casi siempre es el varón el que recae en esta «clasificación» humillante. También suele ser acompañado por un detestable ustedeo (como antónimo de tuteo o voseo).

Fue la agencia J. Walter Thompson para su anunciante Issue quien puso sobre el tapete el tema en cuestión. En un aviso publicitario publicado por DossierNet en Youtube el 3 de julio de 2017 (y ampliamente difundido en medios televisivos), quedó plasmada la actitud de cada receptora ante el impacto del vocativo «señora».

Es para verlo varias veces y analizar palabra por palabra lo sentenciado en cada caso. (Digo «varias veces» porque, mientras una se descostilla de la risa, se identifica con cada situación, recapacita y vuelve a descostillarse de la risa, ya termina el video).


Algunas definiciones y conjeturas

Señor o señora, según el diccionario de la lengua española (DLE), es un término de respeto que se utiliza para «dirigirse a una persona superior en edad, dignidad o cargo» o a aquella «cuyo nombre se desconoce o no se quiere mencionar».

El uso de señorita, en cambio, se aplica (también según el DLE y como tratamiento de cortesía) a la mujer soltera o a la que desempeña algún servicio (maestra, secretaria, etcétera).

En algunas culturas es fácil determinar si una mujer está casada: pañuelo en la cabeza, anillo en el anular izquierdo, bindi rojo.

Ahora, en el trajinar diario, ¿es ello lo que se observa para llamar a alguien señora o señorita? ¿Es imprescindible su empleo? En una primera impresión, no.

En realidad (y habiéndolo preguntado en varias oportunidades a los que han utilizado el vocativo nefasto «señora» hacia la persona de esta bloguera) es por una cuestión de ¡¿RESPETO?! Es decir, están llamando a alguien «señora» haciendo uso de la acepción planteada por el DLE de «persona superior en edad». Por ende, ¡¿están llamando a ese alguien, en realidad, «VIEJA»?!

En contraposición, ¿por qué esas mismas personas llaman a alguien «señorita»? Si es por una cuestión de respeto, deberían también llamarla «señora»; e, incluso, ustedearla. ¿O acaso una señorita no merece ser respetada? Por otro lado, ¿qué les hace advertir que sea soltera? Nuevamente estamos ante la percepción subjetiva del aberrante paso del tiempo. ¡Menos mal que el DLE no impone como condición de «señorita» un certificado de virginidad! Ni qué hablar de las viudas, separadas o divorciadas. ¿Cómo catalogarlas? Volvemos al tema de la apariencia.

Cuando se tienen que sortear varias «postas» consecutivas, sin opción de zafe, hay mayores probabilidades de recibir ustedeos y señoreos. Ejemplo: entrar a una cancha de fútbol; digamos, la de Vélez… Allí tenemos presentes varios personajes: orientadores (pechera celeste), policías que verifican documentos, policías que cachean y personal de prevención (pechera naranja) en cada grupo de molinetes de acceso. Aquí se comprueba que el ustedeo y señoreo es mayor cuanto menos tiempo falta para el inicio del partido; y el hecho de generar empatía con una sonrisa, por ejemplo, puede hacer la diferencia (apreciación completamente PERSONAL).

Recuerdo el caso de un par de conocidas, treintañeras ellas, que, cansadas de que les dijeran «señora» en un recital de rock, se pusieron a entonar, al mejor estilo futbolístico: «¡¡¡No-soy-se-ñora-la-p***-quete-p****!!!».

Las reacciones ante el vocativo pueden ser muy variadas, como la de otra conocida que replicó al adolescente que le había dirigido la palabra: «¿¿¿"Señora" me dijiste??? ¡Me mataste!».

Ahora, ¿qué otra palabra utilizar…?

Con buen tino, para el modisto Benito Fernández somos todas «reinas». Ni señoras ni señoritas: reinas. Es una forma de ensalzar a la mujer; muy loable y digno de mencionarse a viva voz. Otras palabras agradables como vocativos podrían ser: joven, niña, princesa… Tenemos para rato…

En el folklore dichos vocativos suelen ir acompañados de ustedeo, como en Zamba de usted: «Por oír, nada más, / la tonadita de su voz, / niña de los ojos color de olivo, / me iré tras la zamba, romero de amor». El ustedeo (evidenciado en el posesivo), al ir acompañado en el ejemplo por «niña…», crea un clima mágico.

Vitillo Ábalos también solía congraciarse con las concurrentes a su peña (Directorio y Centenera, fines de los ochenta): «¿Gustan bailar, niñas?», sentenciaba. Ninguna de nosotras osaba decirle que no. Y, obvio, era inevitable que nos arrebatara una sonrisa.

¿Sólo las mujeres padecen?

Recuerdo una anécdota de TN, más o menos del 2014. Había nueva meteoróloga (Marina Fernández) y José Bianco la presenta a un periodista (no recuerdo su nombre). La niña, veinteañera, lo acribilla con un: «¿Cómo le va, señor?». Esto fue luego expuesto al aire por el mismísimo varón ustedeado y señoreado y, a pura risa los tres, Marina se excusa con un clásico: «Fue por respeto».

Valen también los comentarios hechos al pie del video de Issue, donde un par de varones exponen su molestia al ser tratados como «señor».

Otro caso conocidísimo por estos lares rioplatenses: el productor Gerardo Sofovich siempre daba a entender (o directamente lo decía) que no le gustaba que lo ustedeen ni que lo trataran de «señor»; sea quien fuese su interlocutor.

Un hecho más reciente tuvo lugar en las elecciones legislativas del 14 de noviembre de 2021; más precisamente en la mesa de la cual esta bloguera fue fiscal… La presidente de mesa, veinteañera ella, generaba empatía con todas las mujeres que venían a votar llamándolas «señorita»; a los varones, «señor»… Hasta que a uno no le gustó. Mientras esperaba su turno, se lo escuchaba balbucear: «¡"Señor"! ¡"Señor" puede ser mi papá…!» (cabe aclarar que ya estaba bastante "crecidito" el sujeto: tenía más de cuarenta —lo sé por el DNI—). La presidente, atónita, me preguntaba: «¿Y cómo le tengo que decir…?». «No le digas nada», atiné a contestarle. La cuestión es que el ejemplar varonil votó y, malhumorado, se fue.

Nuevamente aquí nos preguntamos qué otra palabra utilizar, si es que no nos animamos a tratar de «señorito» (vocativo que por estos lares suena algo "raro") a alguien. Gran dilema sin salida.

El colmo de los colmos fue el zócalo que colocó Nex Noticias, del Canal 21 de Panamá (23/05/2017): «Anciano de 51 años…». Ahí sí que "saltaron" todos. Un tuitero llegó a decir: «Entonces yo soy Matusalén». Alguien ha de replicar: «Ese no es un vocativo». De acuerdo… Pero volvemos al temita de la percepción que una persona tiene de otra (¿cómo se habrá sentido el involucrado?).

Pasando en limpio… Entonces, lo que jode en realidad es el vocativo, no el ustedeo en sí. El todas-serán-señoras-hasta-que-se-demuestre-lo-contrario no funciona así en el mundillo femenil; al menos en el argentino rioplatense. Es exactamente a la inversa. Y en cuanto a los varones, si ya han pasado los veinte, estimo que lo tienen asumido (el ustedeo y el señoreo). Y si hay mujer que lo tenga también asumido, eso no la exime de sentirse el último orejón del tarro.

Tres videos de antología

Los 8 escalones del millón, Canal 13, jueves 03/03/2022. Una participante se dirige a la modelo Nicole Neumann: «¿Puede repetir, por favor, señorita?». A lo que ella retruca: «… Te amo, que me dijiste "señorita"…» (el video subtitulado puede verse AQUÍ; el original, AQUÍ).

Mediodía Noticias, Canal 13, viernes 17/06/2022. Marina Señuk entrevista a un grupo de amigas en Palermo, voseándolas y tratándolas de «chicas». La empatía fue tal que una de ellas la llamó «lady» (el video subtitulado puede verse AQUÍ; la emisora no ha subido el original).

Almorzando con Mirtha Legrand, Canal 13, domingo 31/05/2020. Este es la frutillita del postre. Juana Viale, a cargo del ciclo desde inicios de la pandemia, se cansó de que la llamen «señora». De hecho, fue la última vez que lo han hecho (el video subtitulado puede verse AQUÍ; el original, AQUÍ). Se aclara que aquí «señora» no es vocativo, sino un nombre que es acompañado por un complemento (aposición especificativa), que especifica de qué «señora» o «señor» se trata; en este caso, el nombre de cada uno.

Y para el cierre, no podía faltar esta frase motivadora:

«Como te ven, te tratan. Si te ven mal, te maltratan. Si te ven bien, te contratan».
Mirtha Legrand

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