Si voláramos como un águila, como un halcón o como Superman, lejos estaríamos de recurrir a torres, colinas o improvisados miradores para observar todo desde lo alto, deleitando nuestros ojos con el paisaje circundante.
Como símbolo guardián de la Ciudad y para suplir, quizás, nuestro deseo de volar, el Obelisco porteño nos permite algo impensado: contemplar esa Ciudad desde lo alto con el agregado de hacerlo hacia los cuatro puntos cardinales.




